miércoles

OTROS MUNDOS (I)

La interpretación de Copenhague se justifica completamente mediante los experimentos, pero aún así resulta intelectualmente insatisfactoria. ¿Qué ocurre con todos aquellos mundos cuánticos fantasmales que se colapsan con sus funciones de onda cuando se efectúa una medida de un sistema subatómico? ¿Cómo puede una realidad oculta, ni más ni menos real que la que se mide, desaparecer cuando se efectúa la medida?. La mejor respuesta consiste en afirmar que las otras realidades alternativas no desaparecen, y que el gato de Schroedinger ciertamente está tan vivo como muerto al mismo tiempo, pero en dos o más mundos diferentes. La interpretación de Copenhague y sus implicaciones prácticas están totalmente contenidas en una visión más completa de la realidad: la interpretación de la existencia de otros mundos. Cuando nos referimos a "otros mundos", nos estamos refiriendo a otros Universos. Y dentro de este concepto, hay que resaltar dos formas de interpretarlos. La primera interpretación serían los mundos paralelos, como infinitas ramas de un árbol que parte del Big Bang. Cada suceso deriva cada una de las ramas, con lo cual nos encontramos un número ilimitado de mundos, cada uno surgido de una elección. La segunda interpretación de los otros mundos consiste en la suposición de infinitos Big Bangs, cada uno de los cuales originario de un Universo, siendo producidos cada uno de los Big Bangs por una fluctuación del vacío cuántico, donde la aparición de partículas y su desaparición completa un ciclo Big Bang-Big Crunch extremadamente largo. Por otra parte, suponiendo un Universo oscilante, cíclico, se puede considerar otro Universo al siguiente originado por el Big Bang que sigue al Big Crunch de uno dado. Interpretando que los sucesivos ciclos de un Universo oscilante pertenecen al mismo Universo, serían las anteriores dos interpretaciones las utilizadas para referirse a "otros mundos". Una de las consecuencias que se derivan de las ecuaciones de la Mecánica Cuántica es la existencia de otros mundos, posiblemente un número infinito de ellos, separados en el tiempo de nuestra realidad, paralelos a nuestro propio Universo pero eternamente desconectados de él. Esta interpretación de la existencia de otros mundos a partir de la teoría cuántica tuvo su origen en el trabajo de Hugh Everett, un licenciado por la Universidad de Princeton en la década de los 50, en una tesis doctoral animada por John Wheeler. La interpretación de Everett consiste en admitir que las funciones de onda superpuestas del Universo entero, las realidades alternativas que interaccionan en el nivel cuántico, no se colapsan. Todas ellas son igualmente reales y existen en una parte concreta del espacio y del tiempo. Cuando se efectúa una medida en el nivel cuántico, es forzoso, en virtud del proceso de observación, seleccionar una de esas alternativas, que se convierte en lo que se conoce como mundo real. Esto es más sencillo de comprender en la paradójica caja donde sestea el gato de Schroedinger. Las ecuaciones de la Mecánica Cuántica indican que en el interior de la caja del famoso experimento, hay aspectos de una función de onda de un gato vivo y de un gato muerto. La interpretación convencional de Copenhague considera que ambas funciones de onda son igualmente irreales, y sólo una de ellas es una realidad cuando se observa dentro de la caja. La interpretación de Everett acepta las ecuaciones cuánticas en sentido literal y afirma que ambos gatos son reales; hay un gato vivo y hay un gato muerto, pero están localizados en mundos diferentes. El Universo se desdobla en dos versiones de sí mismo, y aunque suena a ciencia-ficción, el asunto es mucho más profundo y se basa en unas ecuaciones matemáticas inobjetables.

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