La mayoría de los expertos piensan que la síntesis orgánica que condujo a la vida tardó relativamente poco tiempo en producirse a partir del momento en que la Tierra tuvo corteza, y que fue una reacción química autosostenida como consecuencia de un proceso de autoorganización en los componentes químicos que se daban en la Tierra en esa época.
Es posible imaginar que pudieran haber tenido lugar varios inicios frustrados hasta que finalmente, cuando bajó la frecuencia de los impactos de meteoritos que bombardeaban continuamente la Tierra, ya se pudo afianzar un modo de vida que prosperó hasta la que hoy conocemos. Los químicos no pueden (todavía) fabricar la vida en el laboratorio a partir de materia inerte, pero es que no se puede pretender simular experimentalmente en unos años, o unas décadas, aquello que la Naturaleza ha tardado millones de años en fabricar. Los resultados obtenidos demuestran que la generación de moléculas biológicas en unas condiciones de medio ambiente geológico favorable ha sido posible. El paso de moléculas biológicas cada vez más complejas al primer organismo vivo está aún por descubrir.
Después de los trabajos de Darwin y Pasteur, el pensamiento racionalista intentó aplicar el concepto de evolución a la materia inerte. Comenzó a esbozarse una teoría evolucionista del origen de la vida que suponía que no existía diferencia fundamental entre lo inerte y lo vivo. La materia viva sería el fruto de largos procesos químicos, una larga evolución química que habría precedido a la evolución biológica. Oparin, por un lado, y Haldane, por otro, suponen que la vida apareció en la Tierra en un medio rico en materias orgánicas y desprovisto de oxígeno. Esta teoría está en la base de los argumentos que actualmente se barajan para explicar el origen de la vida.
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